Una
polémica se armó por la publicación en tuiter, de la fotografía de dos periodistas
que cubrieron para Teleantioquia, la tragedia del Edificio Space en Medellín, las
señoritas posaban sonrientes, con lo que quedaba del edificio de fondo.
No
deja de ser cuestionable el hecho de que, en medio de semejante desventura, se
publicara en redes sociales la fotografía, pero tampoco es para hacer un lío de
talla mayor.
Algunos
periodistas -y lo digo como uno que ha cubierto desde la crónica y no desde la
noticia, diferentes acontecimientos que en muchas oportunidades resultan
trágicos para alguien- asumen como un logro profesional los resultados de su
trabajo y, como tal, quieren dejar un registro en su ‘egoteca’, que les permita
referenciar el momento; es inevitable recordar que, en alguna oportunidad, para
la grabación de una nota sobre asesinos en serie, visité la casa de Guillermo
Franco Fonseca, quizás el ultimo veterano reportero de crónica roja del país;
allí me encontré con un ‘museo del crimen’, armado con piezas recolectadas en
el lugar de los hechos, casquillos de bala del “Bogotazo”, fragmentos de
dinamita, latas de accidentes aéreos, billetes del Palacio de justicia, entre muchas
otras cosas, lo que hoy, claramente sería tipificado como un delito, por modificación
de la escena; al ‘sabueso’, como les decían a los reporteros judiciales de hace
algunos años, le han dedicado varios reportajes destacando su ‘curiosa’
colección y, al contrario de juzgarlo, se le ha reconocido su osadía y olfato
periodístico; me atrevería a decir que si “Franco” estuviera vigente hoy, sería
de los que se tomaría fotos en el lugar y las pondría en las redes, pues más
que una herejía, lo que se pretende es perpetuar el momento y dejar constancia
personal, de que se estuvo en ese punto y hora históricos; algunos como Manuel Teodoro y yo, guardamos
las acreditaciones de los lugares que visitamos; hay quienes toman evidencias
físicas, otros postean fotografías en foros y redes sociales.
Las
cuentas en las redes, si bien son públicas, le pertenecen al usuario; los
límites de la ética cubren los aspectos profesional y personal, pero no se debe
confundir una imprudencia con un desliz ético, por lo que, a pesar de que es un
lugar común -que en particular aborrezco-, para las cuestionadas periodistas se
aplica la muletilla: “Esta cuenta es personal y no compromete al medio para el
que laboro”
jorgeurrea@jurrea.com @jorgeurrea
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