El futuro del Canal Uno de televisión se está jugando; el 30 de junio la Autoridad Nacional de Televisión (ANTV) deberá determinar si los espacios que actualmente se encuentran concesionados desde hace 9 años y 6 meses, podrán ser prorrogados, o si por el contrario, se deberá abrir licitación pública para asignar la explotación de estos.
Con la asignación de las frecuencias de los canales privados en 1998, las dos grandes programadoras de la televisión pública nacional, armaron ‘rancho (privado) aparte’ y de esta manera se comenzó a dividir la torta publicitaria que terminó a favor de los nuevos canales y debilitando los esfuerzos individuales de los programadores del Canal Uno, lo que en definitiva afectó negativamente la calidad de los productos ofrecidos en el canal mixto(frecuencia del estado + operación de los privados)y la abdicación de muchos de los operadores que ofrecían productos de buena calidad.
Hoy, solo quedan unos cuantos de los antiguos programadores: unos tantos desaparecieron, otros se adaptaron a la industria como productores; el hecho es que la programación (¿comercial?) del canal público nacional en la actualidad es una colcha de retazos que pasa por guías espirituales o pastores, productos de belleza, conciertos de regular calidad, magacines anquilosados y, lo de rescatar, una buena oferta informativa y noticiosa.
La opción de ‘barajar’ de nuevo, pone en riesgo a quienes lo están haciendo bien (muy pocos para cubrir la parrilla de programación)y abre la oportunidad para que nuevos productores dimensionen la posibilidad de programar el Canal Uno de televisión, hoy desperdiciado o por lo menos subutilizado; esta opción proporciona la alternativa de un relevo, necesario para que los “mercaderes audiovisuales” de la televisión pública nacional dejen de hacer millones por cuenta de alcaldes incautos que se deslumbran por conciertos televisados pero, sobre todo, para que aquellos mismos no interpongan sus egoístas criterios e intereses, los que se han convertido en una verdadera talanquera para que el Canal Uno organice como debiera su programación. Es pues indispensable contar con la participación de todos los concesionarios de espacios y así poder competir con franjas y estrategias de programación.
Considero pertinente que se abra licitación, aunque ya se dejan ver quienes afirman que los plazos son apretados y que no se alcanzará a cumplir con el proceso en los términos de tiempo estipulados por la ley.
La opción de un canal de calidad está a la vista y en las manos de la ANTV; habrá que esperar si el lobby así lo permite y los productores(programadores) nacionales se animan.
Con la asignación de las frecuencias de los canales privados en 1998, las dos grandes programadoras de la televisión pública nacional, armaron ‘rancho (privado) aparte’ y de esta manera se comenzó a dividir la torta publicitaria que terminó a favor de los nuevos canales y debilitando los esfuerzos individuales de los programadores del Canal Uno, lo que en definitiva afectó negativamente la calidad de los productos ofrecidos en el canal mixto(frecuencia del estado + operación de los privados)y la abdicación de muchos de los operadores que ofrecían productos de buena calidad.
Hoy, solo quedan unos cuantos de los antiguos programadores: unos tantos desaparecieron, otros se adaptaron a la industria como productores; el hecho es que la programación (¿comercial?) del canal público nacional en la actualidad es una colcha de retazos que pasa por guías espirituales o pastores, productos de belleza, conciertos de regular calidad, magacines anquilosados y, lo de rescatar, una buena oferta informativa y noticiosa.
La opción de ‘barajar’ de nuevo, pone en riesgo a quienes lo están haciendo bien (muy pocos para cubrir la parrilla de programación)y abre la oportunidad para que nuevos productores dimensionen la posibilidad de programar el Canal Uno de televisión, hoy desperdiciado o por lo menos subutilizado; esta opción proporciona la alternativa de un relevo, necesario para que los “mercaderes audiovisuales” de la televisión pública nacional dejen de hacer millones por cuenta de alcaldes incautos que se deslumbran por conciertos televisados pero, sobre todo, para que aquellos mismos no interpongan sus egoístas criterios e intereses, los que se han convertido en una verdadera talanquera para que el Canal Uno organice como debiera su programación. Es pues indispensable contar con la participación de todos los concesionarios de espacios y así poder competir con franjas y estrategias de programación.
Considero pertinente que se abra licitación, aunque ya se dejan ver quienes afirman que los plazos son apretados y que no se alcanzará a cumplir con el proceso en los términos de tiempo estipulados por la ley.
La opción de un canal de calidad está a la vista y en las manos de la ANTV; habrá que esperar si el lobby así lo permite y los productores(programadores) nacionales se animan.
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